El carbón todavía puede jugar un papel importante con la política correcta
SI EL PRESIDENTE electo, Donald Trump es fiel a su promesa de campaña de “desatar una revolución energética”, los combustibles fósiles, particularmente el carbón, podrían empezar a ver un cierto renacimiento en los Estados Unidos. Ese renacimiento sería un estímulo para nuestros miembros en el campo de la construcción, la minería del carbón, los ferrocarriles y la producción de camiones de carga pesada.
Una nueva política energética podría también ayudar a nuestros hermanos y hermanas en los Mineros Unidos de América (United Mine Workers of America) así como otros oficios de la construcción que también trabajan en las centrales eléctricas de carbón, en transporte y en otras áreas relacionadas con la energía.
Los Boilermakers ciertamente estarán preparados para ayudar a la industria energética a adaptarse a las nuevas políticas, ya sea construyendo plantas de carbón de alta eficiencia o modernizando las plantas existentes para utilizar la captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés). Los Boilermakers también estarán listos para traer tecnologías de bajas emisiones, a medida que estén disponibles, para las industrias de gran consumo energético como la refinación de petróleo, la fabricación de cemento, fundición de aluminio, fabricación de acero, química y otras industrias manufactureras.
Sin embargo, no podemos simplemente volver a como eran las cosas, más o menos, una docena de años atrás. Han habido demasiados cambios. Hace una década, los Boilermakers y nuestros socios de la alianza tripartita estaban anticipando la construcción de 100 nuevas plantas de carbón. Ese número se redujo a casi cero debido a una combinación de factores: la Gran Recesión del 2008, las crecientes preocupaciones mundiales por el cambio climático, las regulaciones excesivamente estrictas de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), los desafíos legales por parte de grupos ambientales radicales, un exceso de gas natural barato debido al fracturamiento y un estancamiento de la demanda de electricidad.
Esos acontecimientos se han combinado para estrangular a la industria del carbón de los Estados Unidos. La cuota de mercado del carbón en la generación de energía de Estados Unidos ha disminuido de alrededor de 50 por ciento en el 2005 a un tercio, aproximadamente, en la actualidad. Peabody, la compañía de carbón del sector privado más grande del mundo, se declaró en bancarrota esta primavera. Arch Coal, el segundo mayor productor de carbón de Estados Unidos, se declaró en bancarrota en enero. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, más de 11,000 trabajos de minería de carbón se perdieron de marzo del 2015 a marzo del 2016 solamente.
Todavía puede haber un futuro prometedor para el carbón, pero esto requerirá una política energética progresista y justa que no juegue a favoritos con las fuentes de combustible.
Debemos nivelar el campo de juego para el carbón
ESTE PAÍS NECESITA y merece una política energética clara y coherente que no discrimine contra determinadas fuentes de energía, sino que busque hacer el mejor, el más eficiente y el más bajo emisor de cada una.
Aunque el presidente Obama una vez promovió una estrategia de “todo lo anterior”, él permitió que grupos ambientales extremos secuestraran su política energética, lo que contribuyó al declive del carbón y la pérdida de decenas de miles de buenos trabajos obreriles.
“El presidente electo Trump haría bien en incorporar una estrategia de ‘todo lo anterior’, para relajar las onerosas e injustas regulaciones de la EPA que afectan al carbón, para aumentar la inversión en CCUS y para seguir participando en los esfuerzos de un cambio climático mundial”.
Los subsidios federales a la energía se han inclinado fuertemente en favor de la energía eólica y solar, con el apoyo de ambos partidos en el Congreso, así como la administración Obama. En diciembre del 2015, el Congreso votó a favor de extender dos generosos incentivos políticos que promueven las energías renovables: el Crédito Tributario de Producción de Energía Renovable (PTC, por sus siglas en inglés) y el Crédito Fiscal de Inversión en Energía Empresarial (ITC, por sus siglas en inglés). Estos incentivos otorgan a las energías renovables una ventaja injusta sobre la energía del carbón y el CCUS.
En el 2015, la Administración de Información de Energía de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés) emitió un informe midiendo el valor de subsidios e incentivos para varias fuentes de energía. El informe mostró que en el 2013 las energías renovables recibieron $13.2 billones en apoyo, mientras que el carbón recibió $1.1 billón. No es de extrañar que las perspectivas del carbón hayan disminuido tanto.
Los combustibles fósiles no se marchan
A PESAR DE las llamadas de los extremistas del Movimiento Verde para “dejarlo en el suelo”, los combustibles fósiles siguen siendo la principal fuente de energía en el mundo. Según la EIA, el 80 por ciento de la energía global proviene del petróleo, el gas natural y el carbón.
La EIA proyecta que el consumo de energía crecerá un 56 por ciento entre el 2010 y el 2040, la mayor parte de ese crecimiento provendrá de economías en desarrollo como las de China e India. Además, las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía (principalmente a partir de combustibles fósiles) se espera que aumenten en un 46 por ciento en el año 2040.
Dada la dependencia continua de los combustibles fósiles, parece obvio, al menos para nosotros, que la forma más eficaz de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es a través de la captura, uso y almacenamiento de carbono. Y no estamos solos en esta conclusión. La Agencia Internacional de la Energía y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático han estimado que el cumplimiento de los objetivos de mitigación del cambio climático sin el uso de CCUS aumentaría el costo del 70% al 138%.
Una sana política energética estadounidense aumentará la inversión en CCUS para que verdaderamente se convierta en comercialmente disponible y pueda ser adaptada a las plantas de energía existentes y otras instalaciones industriales, así como instalada con una nueva construcción.
Creemos que una vez que la tecnología de CCUS sea económicamente factible, debería estar disponible en todo el mundo. Idealmente, necesitamos una asociación global para financiar, desarrollar y distribuir la tecnología. Para ello será necesario cooperar con otras naciones y posiblemente con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Debemos seguir participando en las conversaciones sobre el clima mundial
NUESTRO CAMINO HACIA adelante en cualquier nueva política energética debe tener en cuenta la realidad de que el cambio climático existe y hasta cierto punto la humanidad contribuye a ello. No podemos simplemente ignorar la evidencia, pero tampoco debemos comprar la histeria que rodea el asunto - o aceptar decisiones políticas que destruyen innecesariamente los empleos y arruinan nuestra economía.
Bajo los auspicios de la CMNUCC, el mundo ha progresado constantemente para abordar las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre y ha desarrollado estrategias para mitigar los efectos del cambio climático. Un tratado inicial fue firmado por 145 países en 1982.
A finales del 2015, cerca de 200 naciones se reunieron en París para firmar un nuevo acuerdo. En esa reunión, conocida como COP 21 (Conference of the Parties, 21st year [Conferencia de las Partes, 21er año]), las naciones acordaron mantener el aumento de la temperatura global a 2 grados Celsius o menos. La mayoría de las naciones participantes asumieron compromisos no vinculantes para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Mientras se está escribiendo esta columna, la COP 22 se está celebrando en Marrakech, Marruecos, con el objetivo de determinar la mejor manera de aplicar el Acuerdo de París.
El impulso para hacer frente al cambio climático es real. Existe en los niveles más altos del gobierno, así como en las salas de juntas de las grandes corporaciones. Sería erróneo que la principal economía del mundo, y uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero, abdique el liderazgo en la búsqueda de soluciones.
En lugar de abandonar la mesa, debemos colaborar con otros países en soluciones que tengan una oportunidad real de funcionar y que no destruyan industrias enteras y cuesten decenas de miles de empleos.
Nos encontramos en una encrucijada energética
EL RESTABLECIMIENTO DE nuestra política energética nacional es fundamental para los empleos de los Boilermakers y los empleos de muchos otros trabajadores, sindicalizados y no sindicalizados. Las comunidades han sido devastadas por el cierre de minas de carbón y centrales eléctricas. La Agencia de Protección Ambiental ha parecido insensible e indiferente al daño que sus regulaciones han causado a los trabajadores. Claramente, ha habido una reacción violenta contra aquellos en el poder que han precipitado y apoyado estas regulaciones contra el carbón.
Para ser justos, algunos en el Departamento de Energía de Obama comprenden la vital importancia de la industria de combustibles fósiles y apoyan el desarrollo de la tecnología CCUS. Se ha progresado con la asistencia del Departamento de Energía y esperamos que continúe a mayor escala.
Es importante para nuestros miembros y, de hecho, para esta nación, volver a una estrategia de “todo lo anterior” que maximize el mejor uso de cada fuente de energía que tenemos disponible. Para los combustibles fósiles, el CCUS encierra una gran promesa.
El presidente electo Trump haría bien en incorporar una estrategia de “todo lo anterior”, para relajar las onerosas e injustas regulaciones de la EPA que afectan al carbón, para aumentar la inversión en CCUS y para seguir participando en los esfuerzos de un cambio climático mundial.
Los Boilermakers están listos y dispuestos a participar en este proceso.