SCOTT TANSEY SIEMPRE ha sido un hombre de fe. Más o menos. Probablemente menos últimamente, admite. Pero una brumosa y lluviosa mañana el año pasado, dice: «Dios me dio una buena sacudida y dijo “¡Hey, ya basta!”».
Antes del amanecer de ese día, Tansey, quien es miembro del Local 667 (Charleston, West Virginia), se subió a su camioneta y dejó un campamento en Paxico, Kansas, para trabajar para el Local 83 (Kansas City, Missouri) en Jeffrey Energy Center, en St. Marys, Kansas. Eran alrededor de las 4:30 a.m., y estaba pensando en algunas inspecciones de soldadura que necesitaba hacer. Fue entonces cuando se salió de una curva y golpeó un terraplén a sesenta y cinco millas por hora. Su vehículo se deslizó entre un alambre de guía y un poste telefónico y se estrelló contra un letrero antes de detenerse completamente en un campo de maíz.
Aturdido, pero todavía consciente, Tansey inmediatamente sintió como si su coxis y la parte inferior de su cuerpo estaban en llamas. «Pensé que tal vez los asientos térmicos en la camioneta se habían cortocircuitado e incendiado», dice.
Tuvo que subirse al asiento del pasajero trasero para salir porque ninguna de las otras puertas se abría. Cuando finalmente salió de su vehículo, caminó alrededor de él e inspeccionó el daño mientras llamaba al 911 y a su esposa, Jennifer, en su ciudad natal de Bates City, Missouri. Luego se acomodó en el asiento trasero para esperar a que llegasen los paramédicos.
«Mi adrenalina estaba bombeando. Parecía una eternidad, pero probablemente pasaron quince o veinte minutos antes de que llegaran», recuerda. «¡Y vaya, me alegré de verlos!».
Después de evaluar las lesiones de Tansey y notar que se había quedado en shock, los paramédicos lo inmovilizaron apresuradamente en una camilla y lo llevaron a un hospital local, donde Jennifer se reunió con ellos en la sala de emergencias. No recuerda gran parte del trayecto de quince minutos en ambulancia, excepto el chirrido de la puerta de la ambulancia y la lluvia golpeándole en la cara cuando lo llevaban al hospital y luego a un área de evaluación.
Mucho más tarde, Tansey se despertó con la noticia de que un médico le dijo a Jennifer que necesitaban llevarlo a un centro de traumatología lo antes posible porque sus heridas eran más graves de lo que el hospital estaba preparado para manejar.
El clima tormentoso lo hizo demasiado peligroso para que un helicóptero de rescate lo llevara al centro de traumatología más cercano, por lo que, una vez más, Tansey fue completamente inmovilizado, cautelosamente cargado en una ambulancia y llevado durante treinta minutos al hospital Stormont Vale en Topeka, Kansas.
Después de un extenso examen y múltiples pruebas, los médicos explicaron a Tansey y su esposa que su primera vértebra lumbar (L1) estaba fracturada, que literalmente «se había roto la espalda por la mitad». Necesitaba cirugía de inmediato para remover un fragmento de hueso que descansaba contra su médula espinal que podría moverse fácilmente y causar, en el mejor de los casos, parálisis completa de la parte inferior de su cuerpo y, en el peor, la muerte. El hecho de que había caminado alrededor de la camioneta justo después del accidente y no había causado más daños fue, dijeron, «un milagro».
Para entonces, el padre de Tansey había hecho el viaje de catorce horas por carretera desde Parkersburg, West Virginia, a Topeka para estar con su hijo y su familia durante las largas horas de su agotadora cirugía. Mientras Jennifer paseaba por la estéril sala de espera y los pasillos del hospital con otros miembros de la familia, su hijo de once años, Zachery, estaba en casa con parientes.
La cirugía de Tansey fue un éxito total. El fragmento flotante fue removido y los médicos insertaron dos barras de acero en la columna vertebral de Tansey para fusionar la vértebra L1 con las dos vértebras superiores y las dos inferiores.
El pronóstico: Tansey tendría que aprender a caminar nuevamente y se esperaba que pasara de dos a tres semanas en el hospital y de uno a dos meses en un centro de rehabilitación para pacientes.
La realidad: Tansey abandonó el hospital en solo ocho días, usando solo un andador y un corsé tipo concha de tortuga desde el hombro a la cintura.
«Fue en gran parte debido a mi esposa», dice. «Jennifer me presionó mucho. Ella y la enfermera me acompañaban por el pasillo en mi andador, y luego empecé a dar vueltas al ala en la que estaba. Fue doloroso, pero ella me obligó». Y el personal médico quedó asombrado.
Tansey continuó su recuperación en casa con la ayuda de Jennifer y Zachery, quienes se encargaron de ayudar a Tansey a ponerse y quitarse el corsé. Regresó a trabajar en tres meses.
¿Y ese letrero que su vehículo chocó? Era de una iglesia. «Tomé eso como mi “señal”. Algo me estaba diciendo que necesitaba enderezar y poner mi vida en orden», dice. «Definitivamente fue una llamada de atención. Tuve un ángel conmigo ese día».
Tansey dice que se crio en la iglesia y que su accidente fue el impulso que necesitaba para reevaluar sus prioridades. «Realmente tenía razón», dice. «Tenía que empezar primero conmigo. Necesitaba realmente decidir lo que era importante para mí. Ahora, cuando no estoy trabajando, paso todo el tiempo que puedo con mi familia».
También recuerda cómo esta experiencia le abrió los ojos para tener un poco más de gratitud cuando las recaudaciones en el de trabajo se destinan a los necesitados. «Nunca se sabe cuanto la persona realmente la necesita y lo que significa para ella hasta que se está en esa posición. Si alguien está en una recaudación, realmente la necesita.
«Todo este caso me ha enseñado por qué llamamos a este sindicato una hermandad. Las oraciones, las llamadas telefónicas, los mensajes de texto, las recaudaciones, el amor que se demostró, estuvimos asombrados», dice. «No sé dónde estaríamos sin eso. Hay muchas posibilidades de que hubiéramos perdido todo lo que poseíamos si no hubiera sido por toda la asistencia financiera de mis hermanos y hermanas sindicales de Jeffrey Energy y el Local 83».